Batalla
de ideas: cómo se construye poder popular desde los trabajadores
Vivimos tiempos electorales. Muchos dirigentes
surgidos del campo popular bregan por defender desde el Parlamento los
intereses de los trabajadores. Poca o ninguna significación tendrían esas
bancas si su logró no fuera emergente de la participación popular. Para la
ideología dominante los cargos son triunfos individuales. Por eso no es raro que políticos, ex
legisladores terminen sus días como gerentes de alguna compañía multinacional.
Desde este lado, para lo único que se justifica llegar a un Estado al servicio
de la dominación, regido por los intereses de los grupos económicos
concentrados, es cambiarlo absolutamente. Resulta ingenuo hablar de tomar el
Poder si antes no se construye. Es ingenuo pensar que el poder real, el de los
grupos económicos concentrados se plebiscita. No hay otra alternativa que esa
ciclópea tarea cotidiana de cambiar la relación de fuerzas. En la democracia
formal se elige de todo menos el plan de gobierno, y por eso ya casi nadie
muestra sus plataformas. Transformar
esa democracia formal en real, a través de la participación popular es el
desafío de todo movimiento emancipador, la única forma de encontrar alternativa
a una crisis terminal de sistema. Tan terminal, que en su final amenaza con
arrastrar a la Humanidad
toda. Por eso, en estos tiempos electorales, más que pasar revista a las
plataformas de los candidatos, nos pareció interesante poner en debate cómo se
construye Poder Popular desde los trabajadores.
Una
Central de masas para la liberación
Por
Pablo Micheli *
En
Argentina sin una Central de masas de orientación clasista, combativa,
anticapitalista y antiimperialista no se puede construir poder popular. Sino
tenemos una herramienta de esa naturaleza, se puede tener el mejor Partido, el
más honesto pero no va a ser posible construir poder. En todo caso, a lo sumo
se podrá tener el gobierno, circunstancialmente, que no es lo mismo que
construir poder popular. Hay que hacer una síntesis fundamentalmente del
movimiento social y la representación política. Y esas dos cuestiones en
América Latina son muy particulares: en nuestro continente se respira lucha, ésta
es una tierra sublevada, indómita y no es casual que acá se haya dado la Revolución Cubana.
En Latinoamérica los movimientos sociales juegan un papel muy importante y
cuando hablo de movimientos sociales hablo también de los sindicatos y las
centrales sindicales y los movimientos como el MST de Brasil, los territoriales
de Argentina, el Pachakuti de Ecuador o la Cgtp de Perú, la Central de Mariátegui. No
hay posibilidad de tener un gobierno popular y revolucionario en América Latina
sino se tiene una Central o un movimiento social con este concepto que la CTA lleva adelante desde hace
más de 20 años: de masas, anticapitalista y antiimperialista. Esta es la
primera cuestión.
Lo
segundo, me parece que es muy importante la alianza de esa Central de masas con
pequeños productores, con sectores de la pequeña y la mediana empresa, del
estudiantado y obviamente del campesinado así como la elaboración de proyectos
en los que no se bajen recetas mecánicas porque hay que pensar en que el mundo
ha cambiado. Igualmente estoy convencido que la sociedad que debemos crear tiene
que ir hacia el socialismo real teniendo en cuenta la particularidad de cada
país, pero donde haya principios básicos como la distribución de la riqueza, la
eliminación de la pobreza, la garantía de la salud y la educación. Si se logra
saldar la síntesis entre el movimiento social y la representación política, se
construye una política integral y esa construcción del cuadro integral y del
colectivo integral y tiene que ser de abajo hacia arriba, a través de una
relación dialéctica entre el movimiento social (en donde obviamente incluyo a
los pueblos originarios que son los verdaderos dueños del territorio) y la
representación política.
* Secretario General CTA
Elecciones
y Poder popular
Por
Jorge Cardelli*
El
desarrollo del poder popular no empieza ahora y tiene por detrás una larga
experiencia histórica. En América Latina hemos tenido procesos políticos
surgidos de elecciones con avances
revolucionarios en lo que hace a las reivindicaciones de los trabajadores y el
pueblo, pero no se consolidaron en una dirección de transformación del Estado,
en una herramienta de poder del pueblo y los trabajadores. No estaban dirigidos
y sostenidos desde el poder popular.
El
ejemplo histórico del Peronismo y su derrota en el ‘55 puede ser leído en esta
clave. La organización del poder popular que impulsó no tenía una perspectiva
de clase. Más aún terminaban predominando los intereses de las
pseudo-burguesías nacionales afines a la dependencia. No es casual que las
organizaciones del Movimiento Peronista, después del Golpe del ‘55, terminaron
arreglando con las diferentes expresiones de la oligarquía y el imperialismo
que se expresaron en los golpes de Estado post ‘55.
La
organización del poder popular lleva implícito dos supuestos. El primero es el
desarrollo de un proceso de creciente profundización de las luchas populares,
del cual emergen las organizaciones sociales, los movimientos sociales y las
diferentes coordinaciones en la lucha de manera cada vez más extendida y
también más intensa. En el marco de
estas emergencias y profundización de las luchas populares es imprescindible
una dirección política e ideológica. Señalo aquí que una hipótesis ideológica
central es la prioridad de los trabajadores y su papel dirigente en la
organización del poder popular.
En
el punto anterior surge el segundo supuesto, la gestación y desarrollo de una
dirección política e ideológica, que oriente en la dirección de llegar al
gobierno del Estado y de transformar éste en una herramienta de poder de los
trabajadores y el pueblo. Creo que es clave que la orientación teórica y
conceptual de esta dirección o Movimiento Político de Liberación recoja las
tradiciones intelectuales de las luchas revolucionarias iniciadas con la Comuna de París, pasando
por la revolución Rusa, la revolución China, la Revolución Cubana
y las diferentes experiencias políticas con avances revolucionarios, como la
década peronista, la
Venezuela del Chavismo o la experiencia boliviana que hoy
conduce Evo Morales. Esta hipótesis es
central si se quiere ir más allá de las luchas populares y su organización. En
la rebelión del 2001-2002 hubo ausencia de esta dirección. Esto explica el
papel del Kirhnerismo para neutralizar sus objetivos.
Como
complemento de lo anterior es necesario decir que ambos supuestos operan
articuladamente a la hora de la organización del poder popular. En este plano
la lucha ideológica con los enemigos, el imperialismo y las clases locales
asociadas, se convierte en una sistemática disputa por la conciencia popular.
Con lo dicho, es claro cuan central es organizar el poder popular en los marcos
ideológicos de las tradiciones revolucionarias.
Entre
la gobernabilidad y la dependencia
Con
este enfoque conceptual de la construcción del poder popular, de la organización de las luchas sociales y
políticas, es necesario ubicar el papel de las elecciones que funcionan en los
marcos de la gobernabilidad y la dependencia.
Lo
primero que hay que recordar es que el sufragio universal es una conquista de
los trabajadores en la Europa
del Siglo XIX y en el polo opuesto, las clases dominantes en los Estados
imperialistas centrales en la actualidad, las confrontaciones electorales entre
los partidos políticos están fuertemente mediatizadas y mercantilizadas. La
confrontación política electoral aparece como un medio para dirimir las
contradicciones políticas al interior de las clases dominantes. Su papel
imperialista nunca está en discusión. Como siempre sucede con la dependencia,
este modelo político busca imponerse en los países dependientes. Por ejemplo,
el bipartidismo como modelo político recibe de la política norteamericana su
justificación ideológica.
En
el marco de estas dos situaciones polares se desarrolló la experiencia
electoral de América Latina. Conviven los triunfos de Menem, de Fernando
Cardozo, de Chávez (o Maduro en la actualidad) y de Evo Morales. Cuando las
elecciones se dan al mejor estilo Norteamericano tenemos confrontaciones
electorales tipo Justicialismo-Radicalismo en el ‘89, Justicialismo-Alianza en
el ‘99, Piñeira- Frei en Chile en el 2010. Cuando las elecciones se dan con
fuerte protagonismo popular tenemos triunfos que abren perspectivas de avances
revolucionarios, aunque muchas de ellas luego fuesen derrotadas. Así tenemos a
Perón en el ‘46, a Cámpora en el ‘73 o los triunfos electorales de Chávez,
Correa, Morales y Maduro. No todas las situaciones electorales se pueden
clasificar en estas dos opciones. La del 2003 para el pueblo fue una elección
contra Menem. Atrás está el 2001-2002. Esto explica las conquistas importantes
que vinieron con el kirchnerismo, aunque siguió siendo una propuesta
dependiente. Las posteriores elecciones han sido al mejor estilo
norteamericano. El pueblo es llevado a optar entre las opciones del
bipartidismo. Las elecciones de Octubre están planteadas por la oposición con
presencia mediática, que la lucha contra el Kirchnerismo es la lucha por
libertad, la democracia y la justicia. Pero se mueven, en lo esencial, entre
opciones bipartidistas, aunque sean más de dos expresiones políticas. Ajuste neoliberal
flexibilizado con gobernabilidad negociada o Neo-desarrollismo “recauchutado”
con ajuste moderado, mayor institucionalidad y mucho discurso “honestista” como
dice Caparrós. Todos vuelven al redil de la Banca Internacional.
A
manera de síntesis podemos concluir que las elecciones son un camino para
transformar las relaciones de fuerza con las clases dominantes locales y el
imperialismo, sólo cuando están en el marco de un gran protagonismo popular y
en particular de los trabajadores. Esta no es la situación actual. Esta
situación se ve agravada porque las expresiones populares se presentan
fracturadas. No contribuyen a desarrollar la organización del poder popular.
Por suerte hay la suficiente madurez en las organizaciones populares como para
relativizar las contradicciones de origen electoral.
* Diputado nacional y secretario de Formación de
la CTA
Revoluciones
desde abajo
Por
Isabel Rauber*
Contribuir
a encontrar y conceptualizar o reconceptualizar las claves de una nueva
estrategia de liberación que no repita los errores y las deficiencias del
movimiento revolucionario en el pasado ha sido la finalidad esencial de mi
trabajo de investigación durante casi treinta años. Su punto de partida ha
estado siempre en el estudio de las características y motivaciones de los
procesos de resistencia, lucha y construcciones de alternativas puntuales
concretas de las comunidades humanas que rechazaban y rechazan el dominio del
capital, buscando descubrir en ellas las nuevas lógicas de organización y los
caminos de construcción y acumulación de poder que emergían con las luchas
populares que se estaban produciendo en medio de una creciente crisis de
representatividad, el fracaso de los modos tradicionales de enfocar la política
y una inocultable desorientación estratégica de las hasta hace poco
autoproclamadas vanguardias. (…)
La
creación de una nueva civilización, capaz de contener en pie de igualdad a las
múltiples civilizaciones existentes y sus cosmovisiones, interarticulándose en
interculturalidad, abriendo paso a un mundo en el que quepan todos los mundos,
es tarea de multitudes y no de élites iluminadas. En este espíritu van
formándose las nuevas generaciones de intelectuales militantes orgánicos por la
vida, conscientes de la integralidad manifiesta en la unidad entre humanidad y
naturaleza, el reconocimiento de la diversidad y la búsqueda del equilibrio en
la paridad, equidad y horizontalidad de sus interrelaciones.
La
construcción de un nuevo pensamiento emancipatorio resulta entonces raizalmente
articulada a los procesos de construcción-acumulación de conciencia y
organización (poder propio) que llevan adelante con sus luchas y propuestas los
actores sociopolíticos en el continente, con la consiguiente maduración del
proyecto alternativo pensado y construido colectivamente por ellos.
*Doctora en filosofía, autora de Revoluciones
desde abajo, libro del que se extrajeron estos párrafos. Editado en 2012 por
Peña Lillo Ediciones Continente.
Por Julio Gambina*
Hace 40 años, con los golpes de
Uruguay y de Chile se inauguró la ofensiva del capital contra el trabajo y el
poder del pueblo. Desde aquel ensayo extendido en el Cono Sur de América, con
terrorismo de Estado, la experiencia neoliberal desembarcó en Inglaterra y Estados
Unidos a fines de los 70´ y comienzos de los 80´, para generalizarse
sucesivamente en Europa y con la caída del socialismo en el este de Europa, la
segunda ronda neoliberal en América Latina y las crisis en Asia, el proyecto
del capital cerró el círculo de ofensiva contra el poder popular en todas sus
variantes.
La tesis que sustentamos en que
durante la historia global del capitalismo, hacia los setenta se había
producido la máxima acumulación de poder popular. Un emblema en ese sentido es
el triunfo de Vietnam sobre EE.UU asociado a la mayor organicidad del proyecto
emancipador mundial expresado en las movilizaciones de masas, la
sindicalización de los trabajadores y variadas formas de agrupamiento en
defensa de reivindicaciones de los de abajo, en un abanico de formas de lucha
que involucró la vía electoral (Chile) o armada (Cuba o Nicaragua), solo para
considerar ejemplos regionales. Es un diagnóstico válido para la Argentina , desde el
Rosariazo y el Cordobazo a la disputa manifestada en “Liberación o Dependencia”
como expresión de la contradicción entre la el poder popular y el poder de las
clases dominantes.
El nuevo dato es la crisis mundial
del capitalismo, integral, sistémica y civilizatoria, con dimensiones
económicas, financieras, alimentarias, energéticas, ambientales, con
dificultades para la valorización de capitales, lo que lleva a redoblar la
ofensiva del capital con violencia y terrorismo de Estado global. Es violencia
el desempleo, la precariedad, la marginación y el pauperismo creciente de los
trabajadores y los pueblos, tanto como la creciente militarización. En esa
crisis, nuestra región latinoamericana aparece como el laboratorio del cambio
político, base para pensar en recuperar la iniciativa política del poder
popular. Entre otras cuestiones supone construir un nuevo modelo sindical, como
sustenta la CTA
desde su creación. Desde esa base articular con el conjunto del pueblo un
debate sobre la sociedad actual y la necesaria, propuesta contenida en la
constituyente social y en la campaña en defensa de los bienes comunes. Son
premisas de una movilización masiva por un horizonte anti-capitalista que pueda
inducir unidades de acción múltiple en el escenario complejo de la lucha de
clases, en las calles y las instituciones. Es el desafío concreto en un momento
donde surgen elementos de crisis política en la Argentina.
* Presidente de la Fundación de
Investigaciones Sociales y Políticas, Fisyp.
Sin
teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria
Por
Luis Bilbao*
“Crear
poder popular” es una noción tan atractiva como engañosa. En una sociedad de
clases el poder político existe como instrumento de dominación. Hay que
conquistarlo. No se trata de acrecer el “poder popular” gradualmente. Sólo en
períodos de alza revolucionaria es posible dar carnadura a organismos de doble
poder, sobre un neto basamento de clase. Contra éste, habrá otro enfrente, el
poder burgués. Uno u otro prevalecerá. Antes, habrá una derrota letal para éste
o aquél.
No es una diferencia de detalle.
Los soviets (asambleas, en castellano, como las que tuvimos en
2001), los consejos obreros (como los que embrionariamente aparecieron en
1969), son por definición pasajeros: desalojan al poder dominante y ocupan su
lugar. O sucumben.
Fue
después de la restauración constitucional, en los años 1980, que la expresión
“crear poder popular” apareció en Argentina. Era, presumiblemente, la reacción
a cierta concepción en sectores gravitantes en la etapa anterior, donde se
concebía la toma del poder como un golpe de mano, al margen de la organización
y sublevación de las masas. En realidad, esa polaridad reproducía un antiguo
debate, entre el denominado “blanquismo” (o “putschismo”) y la concepción
evolucionista, reformista, en la lucha por el poder político. El dilema había
sido saldado teóricamente por el marxismo y llevado a la práctica con la Revolución Rusa.
Pero con la degeneración de la Unión Soviética y la posterior degradación de la
teoría, incluso en cuadros y organizaciones con voluntad revolucionaria se
impuso aquel concepto, equivalente al de ganar espacio institucional hasta
llegar al gobierno.
Esto
se completa en la práctica con la idea de que “creando poder popular” no hace
falta un Partido. En Argentina, con una rica tradición anarquista, ambas raíces
se combinaron y llegaron a tener peso dominante en el activo militante. Lo
hemos pagado caro. Sin Partido de masas y una vanguardia revolucionaria
organizada y con gran capacidad de acción, un alza revolucionaria de masas no
puede dar lugar a la consolidación de organismos de doble poder, tanto menos a
la lucha franca por una victoria de clase.
Vale
reflexionar sobre las causas determinantes de que una sublevación tan potente
como la de 2001 terminara como terminó: con “todos de vuelta” y con los peores
encaramados en el poder por una década, en medio de la confusión y la parálisis
del inmenso activo militante que en nuestro país quiere una revolución.
Al
cabo de esta experiencia nefasta –derrota costosa como pocas en nuestra
historia nacional- se inicia un nuevo período de realineamientos que
desembocará, más temprano que tarde, en una sublevación de nuestro pueblo
contra el capital. La vanguardia militante no está hoy preparada para esto.
Será clave que, esta vez, las y los innumerables cuadros comprometidos con la lucha
por el socialismo asumamos que sin teoría revolucionaria no hay acción
revolucionaria. Y que las modas son un poderoso instrumento del enemigo.
*Miembro de la Unión de Militantes por el Socialismo (UMS) y
director de la revista América XXI
Son
ellos o nosotros: el Capitalismo y la muerte o los trabajadores y la vida
Por
Mario Barrios*
Sumándome
a la convicción de que la crisis actual del Capitalismo no es igual a otras sino
que ésta es de carácter integral, civilizatoria, lo cual nos obliga a agudizar
nuestro ingenio para poder entender que no es exagerado pensar que está en
riesgo la mismísima supervivencia de la Humanidad , creo que nace la
necesidad imperiosa de darle importancia a la tarea de construir poder popular
para enfrentar con alguna perspectiva de éxito las duras consecuencias que se
auguran con esta crisis. Creo que no podemos parcializar la visión de las
luchas y demandas, que apuntan a lo reivindicativo sectorial, sino que se
debe acordar una estrategia con carácter integral, que tenga la capacidad de
escuchar atentamente las demandas de los más humildes, de los que perdieron
todos sus derechos, las demandas de los de abajo, del mismo pueblo.
No
se puede realizar ninguna construcción de poder popular desde las elites ni desde
las vanguardias por más esclarecidas que éstas parezcan, sin hacerse cargo de
las demandas de los barrios, de los sin tierras, de los desocupados, los movimientos
sociales, adecuando cualquier sea la estrategia debatida a la reproducción de
la vida y el cuidado de la naturaleza, que la estrategia incluya apostar al
cuidado del medio ambiente. Después de discutir mateadas de por medio con
muchos compañeros de luchas y caminos, estamos convencidos que en esta etapa de
crisis, la lucha por la defensa de los recursos naturales y los bienes comunes,
es central para construir el poder popular que queremos para enfrentar este modelo.
No por ello debemos abandonar las luchas propias, sino sumarnos a cada
conflicto, a cada lucha para hacerlas propias, poder hacernos cargo, acompañar,
escuchar, ser generosos en la construcción de consensos, elaborar estrategias
colectivas y bancar las decisiones del conjunto sin ningún tipo de manipulación
de las ideas y decisiones de las demás.
Defender
la idea de vivir armónicamente con la Naturaleza , no destruirla porque somos parte de
ella, eso nos diferencia claramente del orden establecido por el Capitalismo,
que pregona hasta marcar a fuego que la ley del libre mercado soluciona las
diferencias o desvíos del propio sistema, un sistema que hoy nos muestra la
cara más descarnada de sus mentiras: nada pueden solucionar y no dudan en
socializar las pérdidas, haciéndonos cargo de sus despilfarros, inyectando
dinero de los Estados (dinero de todos) para salvar sus empresas o Bancos ante
las reiteradas quiebras y estafas a la que los lleva el mismo sistema. No dudan
en provocar guerras, explotación, miseria y muerte para sostener los
privilegios de unos pocos que acumulan las riquezas que producimos las grandes mayorías,
los trabajadores, incluso a costa de poner en riesgo la subsistencia del planeta,
la casa de todos.
Históricamente
las crisis generan condiciones para luchar por cambiar el sistema, siempre ha
sido así la lucha de explotadores y explotados, y esta crisis no es la
excepción: hoy como ayer estamos ante una nueva oportunidad de dar la batalla
por ese cambio, por construir ese camino que nos lleve a ese mundo posible más
necesarios que nunca. Hoy vuelven a darse condiciones históricas para dar la batalla
ideológica, son ellos o nosotros: el Capitalismo y los imperios, o los trabajadores
y el pueblo. Los primeros representan la destrucción y la muerte, nosotros el
cuidado de nuestro planeta y la reproducción de la vida.
Vamos
desde abajo construyendo conciencia en nuestros pibes y pibas, formando,
aprendiendo y acompañando, escribiendo nuestra propia historia, disputando cada
espacio. La
Constituyente Social es una herramienta, la disputa política
para ganar institucionalidad, la comunicación, creando canales y medios propios
para que nadie hable por nosotros, para tener voz propia. Es también una forma
de construir poder popular, no la única, sino una más de lo que denominamos la
integralidad de las luchas que nos lleven a un proyecto de vida, de Nación que
tenga como protagonistas, no a las elites si no a los trabajadores, a los de abajo,
a las grandes mayorías de nuestro pueblo, eso es para nosotros los trabajadores
autogestionados la construcción de poder popular.
* Dirigente de la Unión Solidaria de Trabajadores
(UST), de Asociación Nacional de Trabajadores Autogestionados (Anta) y miembro
de la Mesa Nacional
de la CTA
EL
poder popular se construye en las calles, en los barrios y en los sindicatos
Por
Claudio Katz*
La
condición básica para la construcción del poder popular es la participación
militante en todas las luchas populares. El poder popular se construye en las
calles, en los barrios, en los sindicatos y en la protesta contra los
atropellos capitalistas. Pero en cada coyuntura la proyección de este
compromiso social al plano político varía significativamente. El momento actual
está signado por una derrota electoral del gobierno que expresa la fatiga
popular con políticas regresivas y con los límites de un modelo económico que
genera inflación, no crea empleo y acentúa las desigualdades sociales. El
establishment ya prepara su recambio, recurriendo al disfraz de la renovación
(con el PJ disidente) o a la demagogia en torno a la corrupción (con el
pan-radicalismo).
Pero
la novedad es la reaparición de distintas variantes de la izquierda como opción
electoral importante. Por allí comenzó a abrirse una interesante oportunidad de
construcción popular alternativa. Como ya ocurrió varias veces en el pasado,
esta posibilidad puede concretarse o diluirse. Dependerá de nuestra capacidad
para gestar una confluencia de tradiciones, reconociendo la diversidad de ese
espacio y la necesidad de sustituir el personalismo por el trabajo colectivo.
Me
parecería interesante trabajar desde ya con la mira puesta en una candidatura
presidencial común en el 2015 de todo ese especio de la izquierda. Se puede
aprovechar las internas abiertas para dirimir disputas de candidaturas, para
terminar actuando en un terreno común. Este es el lugar también para el
progresismo consecuente, para no quedar paralizado, ni disuelto en las opciones
que ya fracasaron en el pasado.
Me
parece que podemos aprender mucho de las experiencias radicales positivas de
Bolivia y Venezuela y también de las frustraciones socialdemócratas de Uruguay
y Brasil. Se está generando un contexto promisorio para el surgimiento de una
fuerza popular no sectaria, que sintonice con el proyecto latinoamericano del
ALBA, apuntando a gestar el socialismo del siglo XXI. En un país tan politizado
como el nuestro, esa acción requiere asumir una identidad pública de izquierda
para forjar convergencias, con fisonomías nítidas y propuestas concretas.
*Economista
La
construcción popular es hablar claro
Por
Elia Espen*
La
construcción popular es hablar claro y llegar verdaderamente a los problemas
que tiene la gente que trabaja. Y hoy todo el país tiene problemas, lo demostraron
las elecciones Paso. Lo que hay que hacer es no votar a conveniencia sino a
conciencia porque tenemos una oportunidad junto a todos los compañeros que
están con nosotros de poder demostrar nuestra bronca por todo lo que pasamos.
Van a venir momentos más difíciles, por eso todos los que queremos un cambio
tenemos que estar juntos con criterio de unidad y las cosas claras. Cuando uno
habla con la gente común pide justamente eso: cosas claras y unidad. Ahora si
en un mes o un poco más quieren cambiar la historia, no la van a poder cambiar,
por eso hay que tener cuidado con lo que prometen y con lo que dicen porque
están muy acostumbrados a las mentiras y hacer uso de todo lo que les conviene
como con el tema de los Derechos Humanos. La vida y los años me enseñaron a ver
un poco más allá. El poder los ha enloquecido y yo digo que no es así:
justamente el que tiene poder tiene que demostrar lo contrario, hay que
escuchar al pueblo, hay que escuchar a la gente, lo que necesita, lo que quiere
y este gobierno no sabe escuchar.
* Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora e
integrante de la Mesa Nacional
de la CTA
¿Una
política emancipatoria?
Por
Norma Giarracca*
Con
la crisis del paradigma de la modernidad, perdimos la política emancipatoria
tal como la entendíamos en el siglo pasado. Tanto la vertiente liberal como la
crítica (el marxismo) enunciaban una serie de propuestas que articulaban las
acciones políticas. Como dicen los pensadores de este siglo, estaban
representados por sustantivos: democracia, desarrollo, progreso para los
liberales; revolución, socialismo, liberación para los marxistas. Cuando los
paradigmas modernos perdieron ese componente emancipatorio y se quedaron con la
pura regulación, control social (recordemos los “socialismos reales”) perdimos
la posibilidad de que circulara política emancipatoria.
Pero
cuando todo parecía haberse acabado –caída y desprestigio del socialismo,
expansión del neoliberalimo, control social- los pueblos salieron en todo el
mundo. Las luchas indígenas de los ‘90 (Chiapas, Ecuador, Bolivia), los nuevos
movimientos obreros, los encuentros de mujeres, Vía Campesina , la lucha
contra el extractivismo hacían sonar nuevamente el sonido del hartazgo. El Foro
Social Mundial de 2001 fue un hito en este sentido. La Argentina del 2001-2002,
el movimiento piquetero, las asambleas y luego los movimientos
socioterritoriales contra las corporaciones del extractivismo, marcaron
presencia. El interrogante es por qué no avanzamos más en desactivar al poder
local, esa matriz moderna/colonial/capitalista y racista que nos acompaña sin
tregua.
En
parte, después de 2003 con el gobierno de los Kirchner hubo dispersión y una
terrible desconfianza en las posibilidades políticas fuera del Estado; muchos
compañeros apreciaron aspectos (apreciables) del gobierno y perdieron su
autonomía. Sin embargo muchos otros prefieren la intemperie del poder estatal y
no han dado tregua sobre todo a las corporaciones que vienen por los recursos.
Pero no basta, falta algo… los más tradicionales dicen falta una “conducción,
un partido de izquierda”; otros consideramos que necesitamos una nueva política
emancipadora que articule y le otorgue significación a todas las luchas. Para que
esto ocurra hacen falta encuentros y traducciones de los distintos sentidos de
cada movimiento y por otro lado, el reemplazo de lo que unió en los siglos
pasados a los movimientos obreros y campesinos (Revolución, socialismo). Nos
faltan esas ideas que resignifiquen las luchas, las articule, nos permita ir
produciendo nuevas subjetividades, rebeldes, autónomas y capaces de generar un
mundo otro.
*Socióloga. UBA
Fuente:
Periódico CTA Nº 97
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