El Espejo principal

jueves, 19 de septiembre de 2013

Un solo puño contra el gran Capital

Batalla de ideas: cómo se construye poder popular desde los trabajadores

Vivimos tiempos electorales. Muchos dirigentes surgidos del campo popular bregan por defender desde el Parlamento los intereses de los trabajadores. Poca o ninguna significación tendrían esas bancas si su logró no fuera emergente de la participación popular. Para la ideología dominante los cargos son triunfos individuales.             Por eso no es raro que políticos, ex legisladores terminen sus días como gerentes de alguna compañía multinacional. Desde este lado, para lo único que se justifica llegar a un Estado al servicio de la dominación, regido por los intereses de los grupos económicos concentrados, es cambiarlo absolutamente. Resulta ingenuo hablar de tomar el Poder si antes no se construye. Es ingenuo pensar que el poder real, el de los grupos económicos concentrados se plebiscita. No hay otra alternativa que esa ciclópea tarea cotidiana de cambiar la relación de fuerzas. En la democracia formal se elige de todo menos el plan de gobierno, y por eso ya casi nadie muestra sus plataformas.  Transformar esa democracia formal en real, a través de la participación popular es el desafío de todo movimiento emancipador, la única forma de encontrar alternativa a una crisis terminal de sistema. Tan terminal, que en su final amenaza con arrastrar a la Humanidad toda. Por eso, en estos tiempos electorales, más que pasar revista a las plataformas de los candidatos, nos pareció interesante poner en debate cómo se construye Poder Popular desde los trabajadores.


Una Central de masas para la liberación
Por Pablo Micheli *

            En Argentina sin una Central de masas de orientación clasista, combativa, anticapitalista y antiimperialista no se puede construir poder popular. Sino tenemos una herramienta de esa naturaleza, se puede tener el mejor Partido, el más honesto pero no va a ser posible construir poder. En todo caso, a lo sumo se podrá tener el gobierno, circunstancialmente, que no es lo mismo que construir poder popular. Hay que hacer una síntesis fundamentalmente del movimiento social y la representación política. Y esas dos cuestiones en América Latina son muy particulares: en nuestro continente se respira lucha, ésta es una tierra sublevada, indómita y no es casual que acá se haya dado la Revolución Cubana. En Latinoamérica los movimientos sociales juegan un papel muy importante y cuando hablo de movimientos sociales hablo también de los sindicatos y las centrales sindicales y los movimientos como el MST de Brasil, los territoriales de Argentina, el Pachakuti de Ecuador o la Cgtp de Perú, la Central de Mariátegui. No hay posibilidad de tener un gobierno popular y revolucionario en América Latina sino se tiene una Central o un movimiento social con este concepto que la CTA lleva adelante desde hace más de 20 años: de masas, anticapitalista y antiimperialista. Esta es la primera cuestión.
            Lo segundo, me parece que es muy importante la alianza de esa Central de masas con pequeños productores, con sectores de la pequeña y la mediana empresa, del estudiantado y obviamente del campesinado así como la elaboración de proyectos en los que no se bajen recetas mecánicas porque hay que pensar en que el mundo ha cambiado. Igualmente estoy convencido que la sociedad que debemos crear tiene que ir hacia el socialismo real teniendo en cuenta la particularidad de cada país, pero donde haya principios básicos como la distribución de la riqueza, la eliminación de la pobreza, la garantía de la salud y la educación. Si se logra saldar la síntesis entre el movimiento social y la representación política, se construye una política integral y esa construcción del cuadro integral y del colectivo integral y tiene que ser de abajo hacia arriba, a través de una relación dialéctica entre el movimiento social (en donde obviamente incluyo a los pueblos originarios que son los verdaderos dueños del territorio) y la representación política.

* Secretario General CTA


Elecciones y Poder popular
Por Jorge Cardelli*

            El desarrollo del poder popular no empieza ahora y tiene por detrás una larga experiencia histórica. En América Latina hemos tenido procesos políticos surgidos de elecciones con  avances revolucionarios en lo que hace a las reivindicaciones de los trabajadores y el pueblo, pero no se consolidaron en una dirección de transformación del Estado, en una herramienta de poder del pueblo y los trabajadores. No estaban dirigidos y sostenidos desde el poder popular.
            El ejemplo histórico del Peronismo y su derrota en el ‘55 puede ser leído en esta clave. La organización del poder popular que impulsó no tenía una perspectiva de clase. Más aún terminaban predominando los intereses de las pseudo-burguesías nacionales afines a la dependencia. No es casual que las organizaciones del Movimiento Peronista, después del Golpe del ‘55, terminaron arreglando con las diferentes expresiones de la oligarquía y el imperialismo que se expresaron en los golpes de Estado post ‘55.
            La organización del poder popular lleva implícito dos supuestos. El primero es el desarrollo de un proceso de creciente profundización de las luchas populares, del cual emergen las organizaciones sociales, los movimientos sociales y las diferentes coordinaciones en la lucha de manera cada vez más extendida y también más intensa.    En el marco de estas emergencias y profundización de las luchas populares es imprescindible una dirección política e ideológica. Señalo aquí que una hipótesis ideológica central es la prioridad de los trabajadores y su papel dirigente en la organización del poder popular.
            En el punto anterior surge el segundo supuesto, la gestación y desarrollo de una dirección política e ideológica, que oriente en la dirección de llegar al gobierno del Estado y de transformar éste en una herramienta de poder de los trabajadores y el pueblo. Creo que es clave que la orientación teórica y conceptual de esta dirección o Movimiento Político de Liberación recoja las tradiciones intelectuales de las luchas revolucionarias iniciadas con la Comuna de París, pasando por la revolución Rusa, la revolución China, la Revolución Cubana y las diferentes experiencias políticas con avances revolucionarios, como la década peronista, la Venezuela del Chavismo o la experiencia boliviana que hoy conduce Evo Morales.  Esta hipótesis es central si se quiere ir más allá de las luchas populares y su organización. En la rebelión del 2001-2002 hubo ausencia de esta dirección. Esto explica el papel del Kirhnerismo para neutralizar sus objetivos. 
            Como complemento de lo anterior es necesario decir que ambos supuestos operan articuladamente a la hora de la organización del poder popular. En este plano la lucha ideológica con los enemigos, el imperialismo y las clases locales asociadas, se convierte en una sistemática disputa por la conciencia popular. Con lo dicho, es claro cuan central es organizar el poder popular en los marcos ideológicos de las tradiciones revolucionarias.

Entre la gobernabilidad y la dependencia

            Con este enfoque conceptual de la construcción del poder popular, de la  organización de las luchas sociales y políticas, es necesario ubicar el papel de las elecciones que funcionan en los marcos de la gobernabilidad y la dependencia.
            Lo primero que hay que recordar es que el sufragio universal es una conquista de los trabajadores en la Europa del Siglo XIX y en el polo opuesto, las clases dominantes en los Estados imperialistas centrales en la actualidad, las confrontaciones electorales entre los partidos políticos están fuertemente mediatizadas y mercantilizadas. La confrontación política electoral aparece como un medio para dirimir las contradicciones políticas al interior de las clases dominantes. Su papel imperialista nunca está en discusión. Como siempre sucede con la dependencia, este modelo político busca imponerse en los países dependientes. Por ejemplo, el bipartidismo como modelo político recibe de la política norteamericana su justificación ideológica. 
            En el marco de estas dos situaciones polares se desarrolló la experiencia electoral de América Latina. Conviven los triunfos de Menem, de Fernando Cardozo, de Chávez (o Maduro en la actualidad) y de Evo Morales. Cuando las elecciones se dan al mejor estilo Norteamericano tenemos confrontaciones electorales tipo Justicialismo-Radicalismo en el ‘89, Justicialismo-Alianza en el ‘99, Piñeira- Frei en Chile en el 2010. Cuando las elecciones se dan con fuerte protagonismo popular tenemos triunfos que abren perspectivas de avances revolucionarios, aunque muchas de ellas luego fuesen derrotadas. Así tenemos a Perón en el ‘46, a Cámpora en el ‘73 o los triunfos electorales de Chávez, Correa, Morales y Maduro. No todas las situaciones electorales se pueden clasificar en estas dos opciones. La del 2003 para el pueblo fue una elección contra Menem. Atrás está el 2001-2002. Esto explica las conquistas importantes que vinieron con el kirchnerismo, aunque siguió siendo una propuesta dependiente. Las posteriores elecciones han sido al mejor estilo norteamericano. El pueblo es llevado a optar entre las opciones del bipartidismo. Las elecciones de Octubre están planteadas por la oposición con presencia mediática, que la lucha contra el Kirchnerismo es la lucha por libertad, la democracia y la justicia. Pero se mueven, en lo esencial, entre opciones bipartidistas, aunque sean más de dos expresiones políticas. Ajuste neoliberal flexibilizado con gobernabilidad negociada o Neo-desarrollismo “recauchutado” con ajuste moderado, mayor institucionalidad y mucho discurso “honestista” como dice Caparrós. Todos vuelven al redil de la Banca Internacional.  
            A manera de síntesis podemos concluir que las elecciones son un camino para transformar las relaciones de fuerza con las clases dominantes locales y el imperialismo, sólo cuando están en el marco de un gran protagonismo popular y en particular de los trabajadores. Esta no es la situación actual. Esta situación se ve agravada porque las expresiones populares se presentan fracturadas. No contribuyen a desarrollar la organización del poder popular. Por suerte hay la suficiente madurez en las organizaciones populares como para relativizar las contradicciones de origen electoral.     
  
* Diputado nacional y secretario de Formación de la CTA

Revoluciones desde abajo
Por Isabel Rauber*

            Contribuir a encontrar y conceptualizar o reconceptualizar las claves de una nueva estrategia de liberación que no repita los errores y las deficiencias del movimiento revolucionario en el pasado ha sido la finalidad esencial de mi trabajo de investigación durante casi treinta años. Su punto de partida ha estado siempre en el estudio de las características y motivaciones de los procesos de resistencia, lucha y construcciones de alternativas puntuales concretas de las comunidades humanas que rechazaban y rechazan el dominio del capital, buscando descubrir en ellas las nuevas lógicas de organización y los caminos de construcción y acumulación de poder que emergían con las luchas populares que se estaban produciendo en medio de una creciente crisis de representatividad, el fracaso de los modos tradicionales de enfocar la política y una inocultable desorientación estratégica de las hasta hace poco autoproclamadas vanguardias. (…)
            La creación de una nueva civilización, capaz de contener en pie de igualdad a las múltiples civilizaciones existentes y sus cosmovisiones, interarticulándose en interculturalidad, abriendo paso a un mundo en el que quepan todos los mundos, es tarea de multitudes y no de élites iluminadas. En este espíritu van formándose las nuevas generaciones de intelectuales militantes orgánicos por la vida, conscientes de la integralidad manifiesta en la unidad entre humanidad y naturaleza, el reconocimiento de la diversidad y la búsqueda del equilibrio en la paridad, equidad y horizontalidad de sus interrelaciones.
            La construcción de un nuevo pensamiento emancipatorio resulta entonces raizalmente articulada a los procesos de construcción-acumulación de conciencia y organización (poder propio) que llevan adelante con sus luchas y propuestas los actores sociopolíticos en el continente, con la consiguiente maduración del proyecto alternativo pensado y construido colectivamente por ellos.

*Doctora en filosofía, autora de Revoluciones desde abajo, libro del que se extrajeron estos párrafos. Editado en 2012 por Peña Lillo Ediciones Continente.


La CTA y el poder popular
Por Julio Gambina*

            Hace 40 años, con los golpes de Uruguay y de Chile se inauguró la ofensiva del capital contra el trabajo y el poder del pueblo. Desde aquel ensayo extendido en el Cono Sur de América, con terrorismo de Estado, la experiencia neoliberal desembarcó en Inglaterra y Estados Unidos a fines de los 70´ y comienzos de los 80´, para generalizarse sucesivamente en Europa y con la caída del socialismo en el este de Europa, la segunda ronda neoliberal en América Latina y las crisis en Asia, el proyecto del capital cerró el círculo de ofensiva contra el poder popular en todas sus variantes.
            La tesis que sustentamos en que durante la historia global del capitalismo, hacia los setenta se había producido la máxima acumulación de poder popular. Un emblema en ese sentido es el triunfo de Vietnam sobre EE.UU asociado a la mayor organicidad del proyecto emancipador mundial expresado en las movilizaciones de masas, la sindicalización de los trabajadores y variadas formas de agrupamiento en defensa de reivindicaciones de los de abajo, en un abanico de formas de lucha que involucró la vía electoral (Chile) o armada (Cuba o Nicaragua), solo para considerar ejemplos regionales. Es un diagnóstico válido para la Argentina, desde el Rosariazo y el Cordobazo a la disputa manifestada en “Liberación o Dependencia” como expresión de la contradicción entre la el poder popular y el poder de las clases dominantes.
            El nuevo dato es la crisis mundial del capitalismo, integral, sistémica y civilizatoria, con dimensiones económicas, financieras, alimentarias, energéticas, ambientales, con dificultades para la valorización de capitales, lo que lleva a redoblar la ofensiva del capital con violencia y terrorismo de Estado global. Es violencia el desempleo, la precariedad, la marginación y el pauperismo creciente de los trabajadores y los pueblos, tanto como la creciente militarización. En esa crisis, nuestra región latinoamericana aparece como el laboratorio del cambio político, base para pensar en recuperar la iniciativa política del poder popular. Entre otras cuestiones supone construir un nuevo modelo sindical, como sustenta la CTA desde su creación. Desde esa base articular con el conjunto del pueblo un debate sobre la sociedad actual y la necesaria, propuesta contenida en la constituyente social y en la campaña en defensa de los bienes comunes. Son premisas de una movilización masiva por un horizonte anti-capitalista que pueda inducir unidades de acción múltiple en el escenario complejo de la lucha de clases, en las calles y las instituciones. Es el desafío concreto en un momento donde surgen elementos de crisis política en la Argentina.

* Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, Fisyp.

Sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria
Por Luis Bilbao*

            “Crear poder popular” es una noción tan atractiva como engañosa. En una sociedad de clases el poder político existe como instrumento de dominación. Hay que conquistarlo. No se trata de acrecer el “poder popular” gradualmente. Sólo en períodos de alza revolucionaria es posible dar carnadura a organismos de doble poder, sobre un neto basamento de clase. Contra éste, habrá otro enfrente, el poder burgués. Uno u otro prevalecerá. Antes, habrá una derrota letal para éste o aquél.
No es una diferencia de detalle. Los soviets (asambleas, en castellano, como las que tuvimos en 2001), los consejos obreros (como los que embrionariamente aparecieron en 1969), son por definición pasajeros: desalojan al poder dominante y ocupan su lugar. O sucumben.
            Fue después de la restauración constitucional, en los años 1980, que la expresión “crear poder popular” apareció en Argentina. Era, presumiblemente, la reacción a cierta concepción en sectores gravitantes en la etapa anterior, donde se concebía la toma del poder como un golpe de mano, al margen de la organización y sublevación de las masas. En realidad, esa polaridad reproducía un antiguo debate, entre el denominado “blanquismo” (o “putschismo”) y la concepción evolucionista, reformista, en la lucha por el poder político. El dilema había sido saldado teóricamente por el marxismo y llevado a la práctica con la Revolución Rusa. Pero con la degeneración de la Unión Soviética y la posterior degradación de la teoría, incluso en cuadros y organizaciones con voluntad revolucionaria se impuso aquel concepto, equivalente al de ganar espacio institucional hasta llegar al gobierno.
            Esto se completa en la práctica con la idea de que “creando poder popular” no hace falta un Partido. En Argentina, con una rica tradición anarquista, ambas raíces se combinaron y llegaron a tener peso dominante en el activo militante. Lo hemos pagado caro. Sin Partido de masas y una vanguardia revolucionaria organizada y con gran capacidad de acción, un alza revolucionaria de masas no puede dar lugar a la consolidación de organismos de doble poder, tanto menos a la lucha franca por una victoria de clase.
            Vale reflexionar sobre las causas determinantes de que una sublevación tan potente como la de 2001 terminara como terminó: con “todos de vuelta” y con los peores encaramados en el poder por una década, en medio de la confusión y la parálisis del inmenso activo militante que en nuestro país quiere una revolución.
            Al cabo de esta experiencia nefasta –derrota costosa como pocas en nuestra historia nacional- se inicia un nuevo período de realineamientos que desembocará, más temprano que tarde, en una sublevación de nuestro pueblo contra el capital. La vanguardia militante no está hoy preparada para esto. Será clave que, esta vez, las y los innumerables cuadros comprometidos con la lucha por el socialismo asumamos que sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria. Y que las modas son un poderoso instrumento del enemigo.

*Miembro de la Unión de Militantes por el Socialismo (UMS) y director de la revista América XXI

Son ellos o nosotros: el Capitalismo y la muerte o los trabajadores y la vida
Por Mario Barrios*

            Sumándome a la convicción de que la crisis actual del Capitalismo no es igual a otras sino que ésta es de carácter integral, civilizatoria, lo cual nos obliga a agudizar nuestro ingenio para poder entender que no es exagerado pensar que está en riesgo la mismísima supervivencia de la Humanidad, creo que nace la necesidad imperiosa de darle importancia a la tarea de construir poder popular para enfrentar con alguna perspectiva de éxito las duras consecuencias que se auguran con esta crisis. Creo que no podemos parcializar la visión de las luchas y demandas, que apuntan a lo reivindicativo sectorial, sino que se debe acordar una estrategia con carácter integral, que tenga la capacidad de escuchar atentamente las demandas de los más humildes, de los que perdieron todos sus derechos, las demandas de los de abajo, del mismo pueblo.
            No se puede realizar ninguna construcción de poder popular desde las elites ni desde las vanguardias por más esclarecidas que éstas parezcan, sin hacerse cargo de las demandas de los barrios, de los sin tierras, de los desocupados, los movimientos sociales, adecuando cualquier sea la estrategia debatida a la reproducción de la vida y el cuidado de la naturaleza, que la estrategia incluya apostar al cuidado del medio ambiente. Después de discutir mateadas de por medio con muchos compañeros de luchas y caminos, estamos convencidos que en esta etapa de crisis, la lucha por la defensa de los recursos naturales y los bienes comunes, es central para construir el poder popular que queremos para enfrentar este modelo. No por ello debemos abandonar las luchas propias, sino sumarnos a cada conflicto, a cada lucha para hacerlas propias, poder hacernos cargo, acompañar, escuchar, ser generosos en la construcción de consensos, elaborar estrategias colectivas y bancar las decisiones del conjunto sin ningún tipo de manipulación de las ideas y decisiones de las demás.
            Defender la idea de vivir armónicamente con la Naturaleza, no destruirla porque somos parte de ella, eso nos diferencia claramente del orden establecido por el Capitalismo, que pregona hasta marcar a fuego que la ley del libre mercado soluciona las diferencias o desvíos del propio sistema, un sistema que hoy nos muestra la cara más descarnada de sus mentiras: nada pueden solucionar y no dudan en socializar las pérdidas, haciéndonos cargo de sus despilfarros, inyectando dinero de los Estados (dinero de todos) para salvar sus empresas o Bancos ante las reiteradas quiebras y estafas a la que los lleva el mismo sistema. No dudan en provocar guerras, explotación, miseria y muerte para sostener los privilegios de unos pocos que acumulan las riquezas que producimos las grandes mayorías, los trabajadores, incluso a costa de poner en riesgo la subsistencia del planeta, la casa de todos.
            Históricamente las crisis generan condiciones para luchar por cambiar el sistema, siempre ha sido así la lucha de explotadores y explotados, y esta crisis no es la excepción: hoy como ayer estamos ante una nueva oportunidad de dar la batalla por ese cambio, por construir ese camino que nos lleve a ese mundo posible más necesarios que nunca. Hoy vuelven a darse condiciones históricas para dar la batalla ideológica, son ellos o nosotros: el Capitalismo y los imperios, o los trabajadores y el pueblo. Los primeros representan la destrucción y la muerte, nosotros el cuidado de nuestro planeta y la reproducción de la vida.
            Vamos desde abajo construyendo conciencia en nuestros pibes y pibas, formando, aprendiendo y acompañando, escribiendo nuestra propia historia, disputando cada espacio. La Constituyente Social es una herramienta, la disputa política para ganar institucionalidad, la comunicación, creando canales y medios propios para que nadie hable por nosotros, para tener voz propia. Es también una forma de construir poder popular, no la única, sino una más de lo que denominamos la integralidad de las luchas que nos lleven a un proyecto de vida, de Nación que tenga como protagonistas, no a las elites si no a los trabajadores, a los de abajo, a las grandes mayorías de nuestro pueblo, eso es para nosotros los trabajadores autogestionados la construcción de poder popular.

* Dirigente de la Unión Solidaria de Trabajadores (UST), de Asociación Nacional de Trabajadores Autogestionados (Anta) y miembro de la Mesa Nacional de la CTA

EL poder popular se construye en las calles, en los barrios y en los sindicatos
Por Claudio Katz*

            La condición básica para la construcción del poder popular es la participación militante en todas las luchas populares. El poder popular se construye en las calles, en los barrios, en los sindicatos y en la protesta contra los atropellos capitalistas. Pero en cada coyuntura la proyección de este compromiso social al plano político varía significativamente. El momento actual está signado por una derrota electoral del gobierno que expresa la fatiga popular con políticas regresivas y con los límites de un modelo económico que genera inflación, no crea empleo y acentúa las desigualdades sociales. El establishment ya prepara su recambio, recurriendo al disfraz de la renovación (con el PJ disidente) o a la demagogia en torno a la corrupción (con el pan-radicalismo).
            Pero la novedad es la reaparición de distintas variantes de la izquierda como opción electoral importante. Por allí comenzó a abrirse una interesante oportunidad de construcción popular alternativa. Como ya ocurrió varias veces en el pasado, esta posibilidad puede concretarse o diluirse. Dependerá de nuestra capacidad para gestar una confluencia de tradiciones, reconociendo la diversidad de ese espacio y la necesidad de sustituir el personalismo por el trabajo colectivo.
            Me parecería interesante trabajar desde ya con la mira puesta en una candidatura presidencial común en el 2015 de todo ese especio de la izquierda. Se puede aprovechar las internas abiertas para dirimir disputas de candidaturas, para terminar actuando en un terreno común. Este es el lugar también para el progresismo consecuente, para no quedar paralizado, ni disuelto en las opciones que ya fracasaron en el pasado.
            Me parece que podemos aprender mucho de las experiencias radicales positivas de Bolivia y Venezuela y también de las frustraciones socialdemócratas de Uruguay y Brasil. Se está generando un contexto promisorio para el surgimiento de una fuerza popular no sectaria, que sintonice con el proyecto latinoamericano del ALBA, apuntando a gestar el socialismo del siglo XXI. En un país tan politizado como el nuestro, esa acción requiere asumir una identidad pública de izquierda para forjar convergencias, con fisonomías nítidas y propuestas concretas.

*Economista

La construcción popular es hablar claro
Por Elia Espen*

            La construcción popular es hablar claro y llegar verdaderamente a los problemas que tiene la gente que trabaja. Y hoy todo el país tiene problemas, lo demostraron las elecciones Paso. Lo que hay que hacer es no votar a conveniencia sino a conciencia porque tenemos una oportunidad junto a todos los compañeros que están con nosotros de poder demostrar nuestra bronca por todo lo que pasamos. Van a venir momentos más difíciles, por eso todos los que queremos un cambio tenemos que estar juntos con criterio de unidad y las cosas claras. Cuando uno habla con la gente común pide justamente eso: cosas claras y unidad. Ahora si en un mes o un poco más quieren cambiar la historia, no la van a poder cambiar, por eso hay que tener cuidado con lo que prometen y con lo que dicen porque están muy acostumbrados a las mentiras y hacer uso de todo lo que les conviene como con el tema de los Derechos Humanos. La vida y los años me enseñaron a ver un poco más allá. El poder los ha enloquecido y yo digo que no es así: justamente el que tiene poder tiene que demostrar lo contrario, hay que escuchar al pueblo, hay que escuchar a la gente, lo que necesita, lo que quiere y este gobierno no sabe escuchar.

* Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora e integrante de la Mesa Nacional de la CTA

¿Una política emancipatoria?
Por Norma Giarracca*

            Con la crisis del paradigma de la modernidad, perdimos la política emancipatoria tal como la entendíamos en el siglo pasado. Tanto la vertiente liberal como la crítica (el marxismo) enunciaban una serie de propuestas que articulaban las acciones políticas. Como dicen los pensadores de este siglo, estaban representados por sustantivos: democracia, desarrollo, progreso para los liberales; revolución, socialismo, liberación para los marxistas. Cuando los paradigmas modernos perdieron ese componente emancipatorio y se quedaron con la pura regulación, control social (recordemos los “socialismos reales”) perdimos la posibilidad de que circulara política emancipatoria.
            Pero cuando todo parecía haberse acabado –caída y desprestigio del socialismo, expansión del neoliberalimo, control social- los pueblos salieron en todo el mundo. Las luchas indígenas de los ‘90 (Chiapas, Ecuador, Bolivia), los nuevos movimientos obreros, los encuentros de mujeres, Vía Campesina, la lucha contra el extractivismo hacían sonar nuevamente el sonido del hartazgo. El Foro Social Mundial de 2001 fue un hito en este sentido. La Argentina del 2001-2002, el movimiento piquetero, las asambleas y luego los movimientos socioterritoriales contra las corporaciones del extractivismo, marcaron presencia. El interrogante es por qué no avanzamos más en desactivar al poder local, esa matriz moderna/colonial/capitalista y racista que nos acompaña sin tregua.
            En parte, después de 2003 con el gobierno de los Kirchner hubo dispersión y una terrible desconfianza en las posibilidades políticas fuera del Estado; muchos compañeros apreciaron aspectos (apreciables) del gobierno y perdieron su autonomía. Sin embargo muchos otros prefieren la intemperie del poder estatal y no han dado tregua sobre todo a las corporaciones que vienen por los recursos. Pero no basta, falta algo… los más tradicionales dicen falta una “conducción, un partido de izquierda”; otros consideramos que necesitamos una nueva política emancipadora que articule y le otorgue significación a todas las luchas. Para que esto ocurra hacen falta encuentros y traducciones de los distintos sentidos de cada movimiento y por otro lado, el reemplazo de lo que unió en los siglos pasados a los movimientos obreros y campesinos (Revolución, socialismo). Nos faltan esas ideas que resignifiquen las luchas, las articule, nos permita ir produciendo nuevas subjetividades, rebeldes, autónomas y capaces de generar un mundo otro.

*Socióloga. UBA


Fuente: Periódico CTA Nº 97

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